EXPO2025

 EXPOSICIÓN MICROSCOPÍA DE LOS HONGOS 2025

EN LAS 33 JORNADAS MICOLOGICAS DE VALLADOLID, Organizadas por la ASOCIACIÓN VALLISOLETANA DE MICOLOGÍA los días 3 y 4 de noviembre de 2025 presentamos una pequeña exposición fotográfica, muestra de nuestro trabajo en MICROSCOPÍA FUNGICA . Como así nos habéis pedido algunos, la subimos al blog para que la disfrutéis  cómodamente desde casa, si es ese vuestro deseo.




1.Mitrula paludosa.

Bajo la lente, la vida se revela en una danza de formas y colores. Estas esporas de Mitrula paludosa, delicadamente encerradas en sus ascas, son cápsulas de potencial, diminutas joyas biológicas. En su púrpura y carmesí, capturadas por el microscopio, no solo vemos reproducción fúngica, sino la promesa de futuros brotes, una miniatura perfecta del ciclo incesante de la naturaleza. Mitrula, bella por fuera y por dentro.

 

2. Mitrula paludosa.

 En la inmensidad de un fondo oscuro, estas estructuras de Mitrula paludosa estallan como un microcosmos de luz. No son solo esporas; son una nebulosa biológica, un ramillete cristalino de ascas y paráfisis que nos revela la explosiva y frágil belleza oculta en el mundo fúngico.

 

3. Alternaria porri.

Como si de una minúscula maza de cristal o una cadena de ámbar se tratara, este conidio de Alternaria porri se alza bajo el microscopio. Los septos, definen la forma de este propágulo, que porta con elegante sencillez la huella de su especie. Es la belleza estructural de un agente silente, un testimonio de la complejidad geométrica que se esconde en la biología de los hongos, esperando el momento de su dispersión.


  4.-Amanita pseudovalens.

 En el teatro invisible del mundo fúngico, estas estructuras se materializan con la forma de un ser de fantasía. Los basidios y cistidios de Amanita pseudovalens se agrupan en un perfil que sugiere una criatura coralina o una pequeña deidad de la tierra. Con sus cabezas lobuladas, teñidas de ocres y carmesíes, son un micro-retrato escultórico que nos recuerda la infinita capacidad de la naturaleza para crear arte, incluso en sus componentes más diminutos.

 



 
5.-Laminilla de coprinus.

En este perfil microscópico, el borde de la lámina de Coprinus se revela como una costa oscura, donde la vida estalla en destellos de fuego. Las esporas, liberadas o a punto de serlo, brillan con un halo de oro líquido y naranja intenso sobre el profundo tejido fúngico. Son diminutos óvalos de ébano y luz, una preciosa frontera que marca el momento de la dispersión, donde la oscuridad de la estructura madre da paso al fulgor de la nueva vida.

  


6.-Elaphomices leonis.

Estas esporas de Elaphomyces leonis son un prodigio de la geometría fúngica, cápsulas de vida que flotan como soles. Cada una es un pequeño cosmos con su núcleo pulido y su anillo exterior delicadamente esculpido. El tegumento, crenulado como una corona de encaje o los anillos de un planeta distante, define con majestuosidad esta forma perfecta. Son esferas de misterio que medimos con precisión a fin de distinguirlas de sus especies hermanas.

  

7.- Elaphomices asperulus

Las esporas de Elaphomyces asperulus son medallones flotantes, coronas de un arte biológico que deslumbra. En un fondo suave, destacan por sus tonos rosados y carmesíes, creando un contraste vibrante. Cada espora es un objetivo concéntrico y perfecto; un núcleo pálido y luminoso rodeado por una banda intensa, cuyo borde, erizado, irradia la promesa de la vida. Son pequeños escudos de vitalidad, testimonio de la belleza geométrica y cromática que la naturaleza esconde a escala microscópica.

8.-Endogone flammicorona.

Ante nosotros se revela el corazón ardiente de la tierra, la zigospora de Endogone flammicorona. Más que una espora, es un astro incandescente envuelto en misterio. Su centro pulsa con tonos de oro viejo y naranja, y su superficie se pliega en texturas que semejan corrientes de lava o el mapa de un sol. Rodeada por una corona difusa y etérea de luz, esta zigospora es una micro-deidad del subsuelo, portando en su interior la belleza dramática y el fuego lento de la vida fúngica.


9.- Genea oxigala.

Como un collar de cuentas terrosas o un racimo de esferas ornamentadas, las ascosporas de Genea oxygala se revelan en el seno de su asca. Encerradas en un tejido fibroso de tonos rojizos y ámbar, cada espora es un pequeño globo labrado, cuya superficie, adornada con tubérculos y protuberancias, confiere una textura casi pétrea y antigua. Son tesoros microscópicos, guardianes de la herencia fúngica, que nos recuerdan la complejidad escultórica que subyace en la vida subterránea de la naturaleza.

10.- Genea sphaerica

Bajo la luz del microscopio, estas esporas de Genea sphaerica se agrupan como un racimo de frutos exóticos o planetas de coral. Su vibrante coloración, que oscila entre el naranja intenso y el rojo sangre, envuelve esferas cuya superficie está intrincadamente grabada con un patrón reticulado, una malla de cráteres o alvéolos perfecta. Atrapadas en un fino encaje de tejido fúngico, son cápsulas de asombro que visten con belleza puntillista y ardiente la vida microscópica.

11.- Genea sphaerica

Al contemplar estas células del epitecio de Genea sphaerica, el microscopio nos transporta a una catedral de la naturaleza. Como fragmentos de una antigua vidriera, cada célula, teñida en ricos tonos de ámbar, ocre y carmesí, se une a las demás para formar un mosaico orgánico. La luz que las atraviesa revela un tapiz de formas poligonales y texturas rugosas, componiendo una belleza geométrica y translúcida que atestigua el arte oculto en la arquitectura celular del reino fúngico.

12.- Genea sphaerica

Emergiendo de una penumbra misteriosa, esta cadena celular, hifa, de Genea sphaerica se ilumina con una claridad escultórica. Como cápsulas de vida suspendidas en el vacío, cada segmento ovalado revela en su interior la esencia del protoplasma. Unidas con una fragilidad robusta, se extienden en una línea de tonos ámbar y rojizos sobre el profundo negro, creando una micro-escena que evoca la conexión íntima y la fluidez silenciosa de la vida a nivel celular.

  

13.- Genea sphaerica

 Una hilera de joyas encapsuladas. Las esporas de Genea sphaerica, con su grácil textura puntillista, yacen perfectamente alineadas dentro de la membrana transparente del asca. Son un collar biológico de rubíes microscópicos, que revelan la precisión geométrica de la vida en su forma más fértil y resguardada.

14- Genea sphaerica

Si la Trufa es el tesoro oscuro y escondido que buscamos en el musgo, estas esporas de Genea sphaerica son su semilla radiante y revelada. En lo macro, el hongo se oculta bajo tierra; en lo micro, estas ascosporas estallan en una vivacidad inconfundible. A lo largo de hebras delicadas, estas esferas puntillistas de color rubí se alinean con la precisión de perlas en un collar, demostrando que la misma vida que se esconde con modestia en el suelo, brilla con una complejidad geométrica y ardiente bajo el lente, portando el futuro con una belleza organizada y perfecta.

15.-Genea verrucosum.

Bajo la tierra, Genea verrucosum despliega su existencia silenciosa, entrelazando hifas finas que se confunden con las raíces del mundo.

En su interior, las ascas se alzan como urnas delicadas, cada una resguardando 8 esporas, esmeraldas rugosas, como si de perlas antiguas se tratase, dispuestas con una precisión que parece ritual.

Al microscopio, el contraste revela destellos dorados y verdosos que nos remite a un universo psicodélico natural, donde la biología parece pintar con los colores del asombro.

16.-Pachyphloeus melanoxantus

Esta imagen muestra la compleja belleza de las esporas: pequeñas esferas cubiertas por una fina red de relieves, como si la naturaleza las hubiera tallado con paciencia.

Cada espora parece guardar en su retícula de luz y sombra la memoria del bosque subterráneo, lista para renacer cuando el entorno vuelva a llamarla.

17.-Pachyphloeus melanoxantus

Si el ascocarpo de Pachyphloeus melanoxantus es un tubérculo escondido y oscuro, lo que vemos con nuestros ojos desnudos, sus ascosporas son el tesoro que contiene. Encerradas en un asca en forma de media luna o vaina curva, estas esporas globosas y erizadas de color pardo se agrupan como un racimo de moras, revelando un contenido microscópico lleno de textura y orden dentro de una estructura elegantemente arqueada.

18.- Picoa juniperi.

En el subsuelo, Picoa juniperi extiende su alianza silenciosa con las raíces del Enebro. Sus esporas, esferas mínimas de perfección, cápsulas de tiempo destinadas a preservar la vida en el silencio del suelo.

En su quietud late la poesía del hongo: invisible, esencial, eterno, como lunas diminutas suspendidas en un cielo líquido.

19.- Puccinia alii

Capturada sobre el verde rugoso de su hospedador, esta pústula de Puccinia allii se abre con un gesto que evoca una sonrisa irónica. Es el micro-drama de la naturaleza: una herida biológica, una fisura de vida, de donde emana un polvo dorado. Veneno para el hospedador. Como un ojo dorado entrecerrado que nos mira, revela la esencia del hongo parásito, cuya vitalidad se propaga en una explosión de esporas de color óxido. Es la risa silenciosa y fulgurante de un proceso biológico que, a pesar de su rol en la enfermedad, posee una belleza geométrica y cromática innegable.

20.- Puccinia alii.

En estas esferas doradas habita el pulso invisible del Ajo. Puccinia alii dispersa su brillo microscópico como polvo solar, cada espora un fragmento de resistencia y expansión. En su fulgor yace la paradoja del hongo: belleza que nace de una lucha sin rencor, por la supervivencia, luz de lo minúsculo.

21.- Puccinia phragmitis

Cuatro cápsulas de sombra, angulosas y densas custodian el ciclo oculto. Puccinia phragmitis escribe su historia en la superficie del agua, donde el viento y la humedad son su alfabeto, cuenta con la ventaja de encontrar a los dos huéspedes necesarios para completar su ciclo vital, la romaza y el carrizo, en el mismo hábitat. Nada es casualidad.

22.- Rhizocybe vermicularis

Esta es la red dorada de la vida fúngica: un tapiz hipnótico donde las hifas de Rhizocybe vermicularis tejen un intrincado laberinto de filamentos pálidos. En el corazón de esta urdimbre, las esporas se congregan en un ardiente racimo, burbujas de ámbar y naranja que esperan germinar. Es la secuencia mágica y esencial del reino Fungi: la estructura celular dando soporte al potencial de la dispersión, la red de la vida sosteniendo la promesa de una nueva generación.

23.-Rhizocybe vermicularis

Desde un núcleo de misteriosa oscuridad, esta espora de Rhizocybe vermicularis irrumpe en un silencioso estallido de vida. Sus filamentos celulares se extienden en un patrón estrellado, serpenteando y burbujeando como ríos de vida. Es un instante microscópico de la germinación, donde la semilla se convierte en red, tejiendo un nuevo micelio que se expande en todas direcciones con frágil pero imparable vitalidad.

24.-Scutellinia.
Como filamentos de fuego petrificado, las ascas de Scutellinia guardan en su interior las semillas de la continuidad, están rodeadas por pelos marginales característicos de este género (discomicetos) pigmentados de rojo encendido que recuerda la energía latente de la materia viva, lista para renacer en el ciclo del bosque.

25.- Setchelliogaster tenuipes

Si el cuerpo fructífero de Setchelliogaster tenuipes (lo visible) es un pequeño basidioma globoso, semienterrado y a menudo de tonos pardos, sus esporas liberadas (lo invisible) son pequeñas joyas de luz. Estas esporas, de forma elíptico-piriforme, como diminutos limones flotando sobre un tejido miceliar rojizo, contrastan con la sobriedad terrosa del hongo adulto. Son la culminación brillante de una estructura oculta, donde cada "limón" pardo y liso porta el potencial genético, desprendiéndose con la promesa de colonizar un nuevo rincón bajo la hojarasca.

26.- Tuber asa

Como un acto de creación silencioso, bajo las entrañas del suelo, donde la luz no llega una espora de Tuber asa guarda su secreto.

Sus celdas hexagonales encendidas en tonos ámbar y fuego, evocan tanto la precisión matemática de la naturaleza como la calidez orgánica de lo vivo, un núcleo de energía dormida que contiene el potencial de un nuevo ciclo vital.



27. Tuber asa

Aquí la naturaleza adopta la geometría de la perfección. La espora de Tuber asa aparece como una joya labrada en panal, un microcosmos donde cada alveolo refleja siglos de evolución. Su estructura no solo protege la vida, sino que parece contener un diseño casi arquitectónico, testimonio de la inteligencia silenciosa de los hongos hipogeos.

28.-Tuber excavatum var-monticellianum

Un equilibrio perfecto entre fragilidad y persistencia. Dentro de esta diminuta cápsula de vida suspendida en la oscuridad, tres esporas descansan como planetas dorados en una órbita secreta. El asca, frágil y transparente, las protege en su último instante de quietud antes de entregarlas al mundo subterráneo.

29.Tuber-excavatum

Tres esporas alveoladas reposan juntas dentro del asca, suspendidas en una esfera de luz. Sus paredes gruesas y su ornamentación irregular evocan la fuerza de lo primitivo, la persistencia del ciclo subterráneo que da forma a los aromas más profundos del suelo. 

30.- Tuber melosporum

En el relicario del asca, cuatro esporas son gemas oscuras. Promesas esculpidas en la quietud subterránea, óvalos majestuosos. Su superficie, invisible a la luz, guarda el código ancestral. Son las semillas de un aroma único, el legado del bosque invernal, sellando el pacto entre la raíz y el misterio de la tierra.

31.- Tuber nitidum

Contemplamos el mapa íntimo del subsuelo fúngico. Un laberinto de venas pálidas serpentea entre islas terrosas. Es la carne marmórea, la gleba, donde la vida se entrelaza. Arquitectura orgánica que respira en la penumbra, un tapiz de humildad y esplendor que narra su crecimiento

32.- Tuber oligospermum

La espora revela una perfección hexagonal, una red de geometría fina. Para la imaginación, se asemeja a dos pequeños huevos fritos microscópicos, pero es, en realidad, la cutícula ornamentada de este tesoro. Miles de alvéolos diminutos tejen el patrón de su linaje, una cáscara científica y poética que define el arte sutil de esta trufa.

33.- Tuber spp.

La intimidad de la célula se presenta en simetría vital. Dos esporas, como ojos ovalados, custodian la próxima generación agrupándose en un nido protector. Es una orfebrería biológica, la esencia encapsulada con patrones delicados, un eco silencioso que espera dispersarse y reiniciar el ciclo.



34.- Fomes fomentarius

Nos sumergimos en el corazón azulado del yesquero. Un paisaje onírico, un entramado esponjoso de hifas entrelazadas. Cada fibra y hueco es un canal, el complejo esqueleto biológico. Esta arquitectura sostiene la resistencia y función del hongo, un maestro de la descomposición y el soporte de vida latente.

35.- Pluteus cervinus

Sobre una base viva de tejido celular teñido de un intenso carmesí, los basidios de Pluteus cervinus se alzan con la elegancia de cálices de cristal. Estas estructuras, que emergen como minúsculas copas sobre el horizonte del himenio, exhiben con claridad sus esterigmas, diminutos cuernos que están listos para lanzar las esporas. Son los puntos culminantes de la fertilidad fúngica, micro-esculturas transparentes que testimonian la precisión biológica y el arte de la reproducción en el reino de los hongos.

36.- Pluteus cervinus

Emergiendo del rico manto ocre y bermellón del himenio, este pleurocistidio de Pluteus cervinus se alza con la gracia de un faro solitario. Su cuerpo transparente y alargado, como una lágrima invertida o un ancla de cristal, culmina en una corona perfectamente definida. Es una pieza escultórica de la biología, un vigilante microscópico cuya forma elegante y limpia contrasta con la intensidad cromática del tejido fúngico que lo sostiene, simbolizando el punto de encuentro entre la estructura y la fecundidad.

37.-Tuber sp.

En la oscuridad del subsuelo, la trufa, tesoro de lo macro, guarda micro-cápsulas de vida. Esta asca de Tuber, con su silueta cómica de "jamón", es un relicario translúcido. En su interior, las ascosporas inmaduras, teñidas de un rojo vital, flotan como lunas. Es una imagen tierna y precisa, donde la forma caprichosa de la naturaleza resguarda la promesa de las futuras joyas fúngicas, esperando el momento de su madurez.

38.- Puccinia sp

Suspendidas en un fondo etéreo de tonos tierra suaves, estas esporas de Puccinia sp. flotan y se entrelazan como dos zapatos de baile abandonados. Parecen haber detenido su elegante giro por un instante. Son los micro-protagonistas, parte de un ciclo complejo de dispersión, testigos que bailan al ritmo de la música que interpreta de la vida.